Lo repetíamos hasta la saciedad, no era el "que", era el "cómo". El problema no era perder sino como se perdía. Con lo de ayer podemos hacer el mismo símil, no es ganar, sino como se ganó.
El Fuenla nos recordó al de hace años. Al que casi nunca se metía en líos clasificatorios porque cuando aparecían por el Fernando Martín los equipos de su liga los abofeteaba desde el primer cuarto haciendo de este un pabellón casi imbatible.
Hasta hace bien poco este equipo parecía salir a verlas venir. Blando, temeroso, insolidario... permitía que cualquier equipo se hiciera con las riendas del partido y no tenía una linea clara de juego. Tan solo a impulsos, embestidas, la mayoría insuficientes para llevarse los encuentros, entrando por tanto en una espiral terrible de derrotas, ansiedad y desesperación.
Ferrán Laviña ovacionado en la presentación del Manresa.
Foto Fran Martinez. Fuenlafreak.blogspot.com
Ayer al Fuenla le bastó un cuarto para finiquitar un partido vital ante un rival maldito con unas pocas claves que nos ha costado muchos meses aplicarlas: Intensidad y orden en defensa, generosidad y visión en ataque. Eso sumado a una implicación total por parte de los jugadores que estaban en cancha sirvió para aniquilar a un triste Manresa que apenas pudo poner oposición a semenjante vendaval.
Las magníficas sensaciones que el grupo nos transmitió en el partido de Bilbao se vieron repetidas ayer; un magnífico juego en equipo buscando siempre en buenas posiciones de tiro a los hombres libres de marca, pasando el balón por varios jugadores en ataque... baloncesto bello en circunstancias dramáticas.
La afición se mostró hasta contrariada. En nuestro cajón, acostumbrados a las emociones fuertes, y preveyendo un partido trabado, lento, complicado y tenso, no dábamos crédito ante tal vendaval de juego y sobriedad de los nuestros. La falta de costumbre de este tipo de banquetes hizo que incluso el nivel de animación de la grada fuera menor y mas soso que en otras ocasiones y la atracción se centró en que Trifón diera oportunidad a los menos habituales. Hecho que éste, con buen criterio y siendo generoso con los suyos no desperdició la oportunidad para premiarles.
Al finalizar el encuentro, ovación para los nuestros como cabía esperar, pero también para un rival, Ferrán Laviña. Aplaudido y coreado por todo el pabellón devolvió esos aplausos a la que hasta hace unos meses era su afición. Gratificante pero no la gran despedida que merecía este jugador. Para nosotros, su gran ovación se la tenía que haber llevado vestido con los colores del Fuenlabrada, aún así, nuestra total gratitud a este grandísimo profesional.
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