Se encontraba el Fuenlabrada deambulando ya por la cancha en una situación muy familiar para todos los aficionados en la que es nuestra escenificación de los terceros cuartos. El Joventut comenzaba a estirar el marcador con un 57-44 que vaticinaba no solo una nueva derrota, sino una derrota abultada con la que prolongar esta eterna pretemporada de un equipo que no acaba de serlo.
Falta de tensión, de intensidad, de juego colectivo, de todo. Un amago de bajar los brazos y dejar el último cuarto para un mero trámite de intercambio de golpes inútiles e indoloros.
Justo en ese preciso instante emerge la figura de Marcus Arnold. Un tipo de Chicago, un proletario de esto del baloncesto, un tipo no especialmente alto, ni fuerte, ni nada. Un muchacho que ha forjado su carrera en el equipo universitario de Illinois que se fue a buscar el pan a Europa y que fue a parar a la humilde liga Checa y posteiormente a un equipo de relleno de la liga turca. Lejos, muy lejos de los focos de las estrellas del baloncesto europeo. Baloncesto de pico y pala.
Fichaje de urgencia del Fuenlabrada , sin pretemporada y adaptación a contrarreloj para adaptarse a una liga exigente en un equipo en plena reconstrucción. Arnold irrumple en la liga con discreción, como su carrera. Sin filigranas, sin tatuajes llamativos, sin gestos exacerbados. Un tipo que no está llamado a pasar a la historia del Baloncesto Fuenlabrada.
El pasado sábado ante el Valencia no estaba cuajando un mal partido. Comenzó a anotar con cierta fluidez desde 5-6 metros pero extrañamente fue sustituido acabó el partido sentado en el banquillo. Ayer fue el tercer pivot en la rotación, incluso por detrás del recién llegado Vargas.
Arnold salió a pista y volvió a padecer su castigo habitual (y el de cualquiera que juegue de 5 esta temporada en el Fuenla) casi sin ayuda en el rebote, sin nadie que le auxilie lo mínimo cuando el pivot contrario le ataca en 1 vs 1. Y ahí estábamos en el tercer cuarto, con el equipo desinflándose y el Joventut inflándose a pillarnos rebotes ofensivos. Trece puntos abajo y poco mas de un minuto para acabar el tercer cuarto.
Pero en ese tiempo restante, con un quinteto de fondo de armario, el Fuenla coje aire a base de su esencia natural. Dureza defensiva y lucha, mucha lucha. Parcial de 3-9 con Arnold multiplicándose en las dos zonas de la cancha y nos vamos al último cuarto con un -7 que se antoja casi milagroso.
Comienza el último cuarto y la defensa, esa nuestra defensa comienza a ser ejemplar. Nuestro ataque sigue haciendo daño a la vista, pero donde se forjan las victorias, atrás, comenzamos a cerrar el acceso a nuestro aro. Un mérito que hay que agradecer a los fajadores del equipo. Los que menos lucen, pero los mas necesarios para conseguir crear un equipo; Vega, Montañez.... Arnold.
A falta de 6 minutos estos dejan paso a los estilistas; Feldeine, Cabezas... los que tienen que marcar el factor diferencial. Y lo hacen, increiblemente tras lo visto minutos antes el Fuenla se mete de lleno en el partido y comienza a crecer la sensación de que la victoria es factible.
Y en esa sensación, Arnold, crecido, comienza a ser omnipresente. Tanto que nos da medio partido anotando tiros libres, cogiendo rebotes y haciendo un taponazo a falta de 14 segundos con el partido empatado.
Y a la prórroga. Solo concedemos un par de puntos en esos 5 minutos añadidos. Nuestro ataque es caótico, pero atrás seguimos siendo impenetrables. Y ahí sigue Arnold, en el centro de la defensa, sin aspavientos, sin ruido, a pico y pala.
Una nueva, necesaria y trabajadísima victoria. Una gran imagen final del saludo de Panko a Arnold felicitándole por su encuentro como el de dos currantes al finalizar su jornada laboral. Sobrios, serios pero satisfechos. Buen trabajo compañero. Mañana más.
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