Imagino que no seré al único al que le ha sucedido en estos días, pero hay una anécdota al regreso de esta Copa de A Coruña que se me ha repetido en varias ocasiones.
Y es que compañeros de trabajo, vecinos... te dicen eso de "Vaya pena que os eliminaran tan pronto." Frase a la que va unido después un "Vaya chasco os habréis llevado", "Vaya rollo después" o similares.
La cara de sorpresa que ponen cuando les cuentas que te lo has pasado en grande, no solo en el partido, sino al día siguiente después de haber sido eliminados es bastante curiosa. Y es que este evento hay que vivirlo desde dentro para poder entenderlo en toda su dimensión.
Gente con la que te zampas un viaje de ocho horas en autobús que no se te hacen eternas porque tienes mil conversaciones de todo tipo. Porque te pasas los últimos kilómetros inventando nuevas canciones para los próximos partidos.
Gente con la que no dejas de cantar ni un solo segundo en el trayecto de una hora en autobús que separa Santiago (donde nos alojábamos) con A Coruña. Con quienes no paras de cantar en los minutos previos en los alrededores del (nefasto) Coliseum. E incluso cuando accedimos al interior y nos recorrimos las gradas cantando y bailando; haciendo notar que Fuenlabrada estaba ahí, presente.
Fuenlabrada estaba allí presente. Los (y las) Blues estaban allí presentes.
Al descanso 22 puntos abajo. Pero no nos importó. Seguimos cantando y seguimos animando sin parar. Y el Fuenla no se rindió. No era el mejor día de los nuestros y si lo era del rival. Y ahí siguieron remando, como nos tienen acostumbrados, hasta rebajar la desventaja todo lo posible... pero no era el día. Y no. No nos importó. Estamos orgullosos de este equipo y lo íbamos a estar pasara lo que pasara en la Copa.
A falta de unos dos minutos para el final del partido, arrancamos con un "El año que viene, volvemos otra vez" que hizo que el público de alrededor se pusiera en pie y nos regalara un tremendo aplauso que nos llegó bien dentro. Era el reconocimiento del resto de aficiones y es sin duda uno de los grandes recuerdos que nos traemos de Galicia.
Pero ahí no se acababa la Copa para nosotros. Aún nos quedaba mucho por hacer; conocer a gente de otras aficiones, dar la nota en la carpa de Baskonia, cantar de madrugada en la Plaza del Obradoiro, convertir a Oliver Stevic en mítico, aceptar retos, bailar, bailar y bailar, convertirnos en exquisitos catadores de cerveza local... y por supuesto, cantar. Cantar hasta quedar tan afónicos que tres días después aún tenemos secuelas de todo aquello.
Eso es la Copa. Algo que hay que vivir y disfrutar, por encima de resultados deportivos. Una experiencia que ya será eterna para todos los que hemos tenido la suerte de poder estar estos días en Santiago/A Coruña.
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